“Perdón”
En cuantas ocasiones hemos escuchado la palabra “Perdón”, cuantas otras la hemos expresado. Una simple palabra cuyo contenido es de una gran fuerza emocional, de un especial valor, de un poder increíble, de una extraordinaria virtud pues lo mismo es esperanza de vida que certidumbre de muerte.
Por Raúl Franco Estrada
El “perdón” es la capacidad humana, desde mi particular punto de vista, de dar tranquilidad a otro u otros seres humanos para exculpar los pecados, errores, omisiones, faltas, descuidos, injurias, etc., en fin, disculpar todo tipo de faltas que las personas pudiésemos cometer.
Pero esa capacidad de perdonar involucra, a quien debiera otorgarlo, una serie de emociones o condiciones que permiten que la voluntad del ofendido o lastimado con determinada acción acceda a “perdonar”. Sí, la voluntad de perdonar no es solo el hecho de expresar: ¡te perdono!, tienen el perdón y quedan en libertad, con tu sola confesión religiosa, por supuesto, te absuelvo de tus pecados, o la parte de tus pecados y cumplida igual parte de tu condena te concedo el indulto.
El “perdón” tiene esa particularidad de dar paz a ambas partes, sí, a quien lo da y quien lo recibe, cuando este es dado con plenitud y sinceridad, no solo porque las circunstancias así lo determinan, puede haber controversia de terceros e inconformidad porque habrá quien no considere que se deba perdonar, pero es el agraviado quien decide si lo otorga o no, es el ser humano, sin importar la gravedad de la acción, el daño recibido, quien en esa capacidad interna e intangible, dícese del alma y el corazón, quien voluntariamente dará el perdón.
Muchos son los pecados, las faltas, errores u omisiones a los que somos proclives, ya sea por debilidad, descuido, falta de preparación, conveniencia, ¡maldad!, que pónganlos en el rango que sea, son simple y llanamente acciones humanas.
Cómo pedir a los padres que perdone al homicida de su hijo o hija, cómo pedirles que perdonen a la autoridad cuando esta no hace nada para localizar sus cuerpos desaparecidos, ya no digamos se haga justicia, porque, qué será justo ante la perdida de un ser querido en circunstancias violentes.
Cómo pedir se perdone al violador, al abusador, cuando incluso se ha vuelto bandera que no reconoce inocencia y la sola presunción es estigma social, incluso mercadológico.
Cómo pedir se perdone a quien ocasiono con su negligencia y omisión, la perdida patrimonial que durante años se construyo y era lo único que daba relativa seguridad de subsistencia y ahora afecta incluso lo emocional y familiar.
Cómo perdonar, cómo, cuando no somos capaces de perdonarnos a nosotros mismos, nuestras debilidades y falta de carácter para enfrentar no solo la vida, sino a otros seres humanos y no permitir nos siga manipulado, usando exclusivamente para sus intereses. Sí, cómo.
No es fácil perdonar cuando las emociones nos nublan el razonamiento, pero quién razona ante el dolor, ante la perdida o la impotencia, quién es lo suficientemente consiente para dejar pasar, dirían los psicólogos, con todo respeto a mis amigas y amigos psicólogos: “es un trabajo que debe hacerse día a día, hay que soltar, puede ser que algo en tu pasado impida que perdones”, desde mi punto de vista no es el pasado Freudiano, ¡es el presente!, es el dolor que en este momento se siente. En el pasado incluso se pudo haber inducido imágenes y pensamientos terapéuticos que distorsionan hechos y realidades, y esa memoria retrograda sigue siendo inexacta. ¡Es el presente!
En que consiste que haya seres humanos con tal capacidad de perdonar, sí, de perdonar incluso su propia muerte por pecados no cometidos, por faltas jamás probadas, por culpas no propias pero si asumidas, en fin, capacidad de perdonar incluso en silencio.
Porqué al día de hoy hay quienes no perdonan el Holocausto, Hiroshima y Nagasaki, Vietnam, la Conquista de América, la esclavitud, la Guerra Santa, etc., ejemplos de la historia humana hay infinidad, pero más haya de los sobrevivientes de estas y otras acciones, esta quienes siguen medrando con ellas, y solicitan el Perdón de quienes ya no existen, solo como mercadotecnia y notoriedad, quién lo dará y porqué.
Mahoma, Buda, Jehová, Dios, por supuesto Jesús, nombres que hemos escuchado desde el hogar, la escuela o el templo, de unos se dice no existen o existieron, cada quien con su propia creencia, pero independiente de eso, siempre se les ha identificado en la síntesis de de su doctrina: “la paz, la bondad y el perdón”
Sera por eso que damos la cualidad del perdón como algo divino o es solo el pretexto para no otorgarlo. Para la reflexión.
Sin embargo, reitero mi respeto, al “ateo”, pues al no creer en la existencia de deidad alguna, se le presupone, indebidamente, carente de emociones, nada más lejos de la realidad, pues su creencia no lo hace diferente a los demás, a cualquier ser humano. Y como tal, tiene la misma capacidad o no de perdonar.
No obstante viene a mi memoria un personaje de carne y hueso, que si existió, que esta comprobado y cuyas acciones lo hicieron trascender, su rebeldía pacifica y capacidad de perdonar fue una constante hasta su muerte, y así como él seguramente hay muchos seres humanos, ¡sí, es Gandhi! Y no profundizare con su tema por que igual sería omiso no voluntario en dar su cabal dimensión, baste expresar que es un Ser humano universal, ejemplo de capacidad para perdonar.
Permítanme ejemplificar muchas de nuestras acciones con la «Ley del embudo», sí, pedimos en boca ancha y damos en boca angosta. Efectivamente, de manera normal pedimos para nosotros los mayores beneficio pero o somos capaces de otorgar cuando menos un beneficio a los demás, a pesar de que lo necesiten.
O cuando Pedro, discípulo de Jesús, le pregunto: “¿cuantos veces debo perdonar, siete? Él le contesta: setecientas veces setenta, o sea, las que sean necesarias”
Los seres humanos de pronto emulamos al Cesar en el Coliseo, efectivamente, un solo dedo, el pulgar, su posición hacía la diferencia entre la vida y la muerte, sin importar inocencia o culpabilidad, sin importar el vencer a las fieras enfrentadas, sin importar incluso el clamor febril de la multitud a favor o en contra, él y solo él decidía.
Así muchos de nosotros, la capacidad de perdonar depende exclusivamente de nuestras emociones y voluntad, “pulgar arriba, pulgar abajo”, sin importa nada, solo lo que nuestra mente, alma o corazón dicten.
Así que permítanme concluir, ¿somos capaces de perdonar sin condición alguna?