“Y era un pajarillo…”
Con todos los demás buscadores de empleos, viene también un creciente número de escorts, mujeres que buscan trabajo en la calle. Y van a los lugares llamados “tolerados” o bien se asilan en casas disfrazadas de masajes.
Por Andrés González Arias.
El crecimiento de Querétaro –y el buen nombre que tiene, el que se hace día a día, con mucho trabajo, con riesgos y acosos– está jalando inversiones, nacionales y del extranjero y, por el efecto “popete” absorbe empleos de los estados, de las ciudades vecinas.
Se mueve aquí pues –y mucho– el dinero.
Y la ciudad capital crece.
Con todos los demás buscadores de empleos –ingenieros, doctores, obreros, albañiles, enfermeras, bueno todos y todas– viene también un creciente número de escorts, de mujeres que buscan trabajo en la calle. Y van a los lugares llamados “tolerados” o bien se asilan en casas disfrazadas de masajes corporales donde ofrecen otros servicios, en casas de cita, en esquinas, etc., etc.
Y se les llama “zona tolerada” porque, según la Ley Orgánica Municipal –la de Querétaro, claro– “no hay ninguna zona autorizada” para ejercer este oficio.
Y se convierte en un auténtico crucigrama para, siquiera, poder ordenarlo, por ser un cruce de derechos y que en su práctica, mientras no invadas derechos de terceros, lo puedes ejercer.
Y ellas –o “ellos”– también los tienen.
Las zonas “toleradas” en Querétaro capital son tres, conocidas y reconocidas por ofertantes y buscadores.
La Alameda Hidalgo, ubicada en las goteras del llamado “Centro Histórico”; las que se juntan en la calle Río Ayutla y la zona del Motel Venus, en donde “trabajan” ellos, que igualmente tienen sus derechos.
Y cada una de estas zonas “toleradas” tiene sus asegunes.
Por ejemplo, en la Alameda Hidalgo, quienes dejan sus vehículos en el estacionamiento del nuevo Estadio Olímpico, están pidiendo que se retiren a quienes ahí trabajan, “para recuperar ese espacio para el esparcimiento familiar”.
También aquí y sin importar la hora –están desde las diez de la mañana y se retiran cuando la cierran– ellas están protegidas por sus protectores. Son los llamados “padrotes” que les brindan protección pero les exigen la consabida cuota. Convenios nunca escritos pero siempre practicados.
A las del Río Ayutla, son los vecinos los que se quejan de su presencia y piden sean retiradas. Es más, a este lugar están llegando también los “chicos” del Motel Venus. Y ellas piden que “estos” las dejen trabajar.
Gran parte de estas, son lideradas por la señora Mónica Mendoza, que las representa ante tribunales o autoridades municipales, cuando son llamadas a declarar por la razón que ustedes quieran y manden.
Pero también hay casas de cita, que funcionan sin tolerancia alguna y que, en las calles donde se encuentran, sí causan diversas molestias a los vecinos.
Hará un par de meses, precisamente por la denuncia de algunos vecinos, fueron cateadas algunas de estas casas de cita con presencia de agentes de la Fiscalía General del Estado de Querétaro y representantes del municipio. En estos operativos fueron cuidados los derechos humanos de las personas –las de adentro, las de afuera– y con el cuidado de ejercer en estricto el protocolo exigido para estos delicados casos. Que no haya exceso alguno de las partes.
Igualmente, y cabe anotarlo es que, desde antes de la pandemia, a ellas se les retiró la llamada “tarjeta de control sanitario” porque se prestaba para cometer algunos abusos.
Por lo demás y por la pandemia, este trabajo se vio menguado, pero nuevamente se ha incrementado. En los días más altos de este contagio, muchas de ellas solicitaban, además de los tradicionales preservativos, el uso obligado del cubrebocas.
Y ahí siguen, exigiendo protección y respeto; protección de sus padrotes y respeto de sus posibles clientes, de que todos, incluyendo autoridades, les respeten sus derechos humanos.
“Y era un pajarillo, de blancas alas; de balcón en balcón, de plaza en plaza; vendedora de amor, ofrecedora, para el mejor postor, de su tonada”.
Y sí – como dice la canción – son “rosa y espina”