Psicología y violencia social: qué pasó en Querétaro
Por Edgardo Flores
Debo admitir que me siento muy conmovido, dolido, triste, frustrado, decepcionado por lo que he escuchado y leído en los diversos medios de comunicación y en las redes sociales en lo acontecido durante el partido del Querétaro vs Atlas.
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Las imágenes, en general, son desgarradoras. En muchas personas surge la pregunta de por qué pasó esto, qué tiene qué suceder para que algo como esto se presente, sobre si estas personas son únicamente brutos, animales, delincuentes, asesinos. Pero, en realidad, aunque el enojo nos lleve a utilizar el dedo acusatorio y únicamente señalar a las personas que aparecen en los videos, la verdad es mucho más entretejida y compleja.
Hay diversos factores implicados, y si bien, es imposible visualizar todos y cada uno de ellos, sí el poner sobre la mesa varios de ellos nos ayudará a generar una mirada, no únicamente de odio o rencor, decepción y rechazo hacia quienes vemos, sino a comprender cómo nuestro entorno también influye en que este tipo de situaciones se presenten y la relevancia de seguir trabajando para erradicar cualquier manifestación de violencia que, en algún punto, se termine reflejando de esta forma.
Me he dado a la tarea de leer diversos artículos para comprender lo que ha sucedido. Al final de los puntos encontrados y desarrollados, podrán hallar el listado y las ligas para cada una de ellas. Las que más han llamado mi atención son las últimas dos, donde ya habían muchos indicios sobre lo que ahora ha sucedido. Léanlas y se sorprenderán.
Tomando de cada uno de estos artículos, he sacado algunos puntos que he considerado relevantes, desde mi particular perspectiva y me permito desarrollarlas:
• La influencia social en el comportamiento de las personas: el fenómeno contagio
Diversas áreas de la psicología social han encontrado el poder la influencia social en el comportamiento de las y los individuos. Basta con recordar algún momento, que influenciados por el entorno, nos descubrimos gritando, bailando o participando de un evento social, gregario, que posteriormente, al recordarlo, nos desconocemos.
Es una realidad que el entorno influye y significativamente. Además, hay que considerar que contamos con las ya constantemente mencionadas neuronas espejo, que, al identificarse con algún fenómeno, podríamos reaccionar en forma similar.
Al ver las imágenes podemos notar que fue una situación caótica. Se presenta la presión social, pero también el miedo, la amenaza, el sentido de huida y también de ataque. Se pierde el sentido de identidad y sólo se ve lo colectivo, con quienes me identifico, y miro con odio al contrario, a quien señalo y agredo, envuelto en el velo de lo social, del grupo.
La euforia se contagia, el miedo se contagia, la violencia se contagia, el poder se contagia, la pérdida de identidad se contagia.
• Sentimiento e ilusión de poder, acompañada de la pérdida de responsabilidad individual (responsabilidad gregaria)
Tal y como lo he mencionado previamente, al vernos inmersos en un sentimiento gregario, la individualidad se difumina y aparece un sentido de poder (somos más, somos mejores, somos más fuertes, somos valientes, tenemos que defendernos, defender a lo nuestro).
Además, ya no se percibe una responsabilidad individual. Somos muchos, no podrán con todos, si se meten con uno/a, se meten con todos. Se pierde la conciencia individual. Ya no existe un yo, sino un nosotros. Esta ilusión hace caer cualquier restricción ética o moral, cualquier sentimiento de solidaridad y empatía. Ya no veo a una persona, veo a un enemigo a quien tengo que demostrarle mi superioridad.
Este sentimiento de poder y de responsabilidad individual nos ayuda a entender cuando ocurren los saqueos. Es una masa social que no puede ser detenida, se es un todo.
• La barra brava
Los grupos llamados «barras bravas» existen desde hace mucho tiempo en Sudamérica. Ejemplos de ellos, los hemos visto en Argentina, Colombia, Perú, Uruguay, Chile, etcétera.
En México llegaron por invitación del equipo Pachuca y pronto se extendió a otros clubes, donde ya prácticamente todos cuentan con un grupo de este tipo.
Las barras bravas se diferencian de las porras, porque se alienta desde el aguante (concepto que en breve describiré) y donde se busca mermar al equipo contrario a través de burlas, connotaciones negativas e incluso agresiones verbales.
Son grupos altamente fieles, que se apasionan e identifican profundamente con el equipo. Existe todo un perfil sociodemográfico estudiado en diversas investigaciones.
En estas barras existen jerarquías y se dice que están financiadas por los mismos equipos de futbol, para siempre contar con un apoyo vayan a donde vayan.
• Grupo de adolescentes y adultos jóvenes; presión de grupo
Según diversas investigaciones sudamericanas, el perfil de quienes pertenecen a las barras bravas, en su mayoría son adolescentes y adultos jóvenes, quienes se identifican como familia, como miembros de una comunidad donde deben cumplir ciertas características para pertenecer.
Desafortunadamente, alguno de estas características suelen ser asociadas a personas con realidades económicas complejas y desfavorables, quienes se benefician, en cierta manera, de los recursos que se generan en dichas barras bravas.
Si bien, no podemos afirmar que toda persona que pertenece a alguna de estos grupos, la generalidad pareciera indicar que así es.
• Consumo de sustancias
Otra de las situaciones que, desafortunadamente se puede hacer presente en estos grupos o en el mismo evento deportivo, es el consumo de sustancias psicoactivas, que van desde el alcohol, hasta otro tipo que, suelen introducirse en forma ilegal al estadio.
Dichas sustancias podrían exacerbar las conductas violentas y contribuir a la pérdida de la conciencia ética y moral.
• La violencia como apoyo el equipo y menoscabo al contrario
He sido muy enfático, de diversas formas y en diversos contextos, de que vivimos en un entorno que aún sigue normalizando la violencia, que incluso la defiende con más violencia.
Desafortunadamente, una de las características de estas barras son el «apoyo» al equipo incluyendo aspectos de violencia verbal, amedrentamiento e incluso la violencia física. El honor del equipo está en juego. Hay que hacer sentir incómodo al rival, tanto al que está en la cancha jugando contra mi equipo, como al que está en la tribuna.
Si la violencia se hace presente, en inicio desde las acciones mentales, luego en las acciones verbales, ¿cómo podríamos, entonces, evitarla en las acciones físicas?
Mientras la violencia siga siendo vista como parte «normal» de comunicación, de interacción, de apoyo, de burla, de presión, la chispa seguirá ahí que, basta un contexto que provea de condiciones desafortunadas (como ha pasado ahora) para que estalle.
• Sentido de «identidad», de tribu
Apoyar a un equipo da sentido de identidad y este sentido de identidad genera una percepción de un nosotros y de un ellos, de amigos y enemigos.
El sentido de pertenencia, e incluso, de familia, nos puede llevar a reaccionar defensivamente en contra de aquellos a quienes percibo como agresores, como enemigos.
Se suele buscar un equipo o grupo culpable. Es que, en realidad, no importa quién lo «inició», sino es ese caldo de cultivo que, influenciado por diversos factores (algunos de ellos mencionados aquí), detonan situaciones tan delicadas y sensibles como las que hemos visto.
Cuando el grupo nos hace perder el sentido de humanidad, de comunión humana, de solidaridad, de empatía, respeto, sensibilidad, cae en fanatismo, y el fanatismo, históricamente, ha demostrado cuánto daño puede hacer.
• La agresión como forma de «relación» social
Se cree que la burla es un juego, que la carrilla es un juego, que lo chusco es un juego, que el enfatizar alguna característica «negativa» de alguien es un juego. Nos relacionamos desde esas bromas que laceran, que dañan.
Y es algo normalizado.
Como lo he escrito, en las barras bravas, y en general, entre diversos aficionados y aficionadas se da esa agresión. Desde el famoso grito que se ha buscado erradicar en México, hasta las recordadas de madre a las y los árbitros, hasta el aventar vasos, cerveza o líquido urinario al rival cuando se acerca a las tribunas a buscar el balón. ¿Lo ven? ¿Es lo normal, no?
Lo mismo, desafortunadamente, ocurre en ámbitos de «amistad», y creemos que es lo normal, que hay que aguantarnos, que tenemos que aguantar, porque así son.
• Configuración cultural de la masculinidad (machismo)
Y, aquí está la aparición de uno de los más grandes enemigos de nuestra cultura, de la sociedad, de la historia, de las mujeres, y claro, también de hombres, de niñas, niños y adolescentes.
Esos estereotipos masculinos de hombría, de agresión, de violencia, de resistencia, de defender, de pelear, de confrontar. El diálogo es para mujeres. El hombre se relaciona con actos y de preferencia con los puños.
Ideas que matan. Sí, que matan. Hoy estamos contando muertos en una situación que nunca debió vivirse así. Sí, el machismo, las ideas machistas, sí matan. ¿Aún cuesta trabajo entenderlo?
Hoy esta forma de demostrar hombría ha quedado de manifiesta que es dañina: daña familias, daña a la sociedad, daña vidas, arrebata vidas, daña a una ciudad, a una institución, a un país, al mundo.
• El sentido inadecuado de la competencia
Desgraciadamente entendemos la competencia como un ganar y perder. Si el otro gana, yo pierdo; si yo gano, él pierde. No es un compartir una experiencia de crecimiento, es una demostración de poder, de imposición, de poderío, «yo puedo más que tú».
Competir se ha vuelto un agredir, porque si tú estás bien, yo estoy mal, por lo tanto, tengo que hacer que estés mal para que yo esté bien.
Nuevamente, la violencia normalizada haciéndose presente.
• El aguante: masculinidad agresiva
Un concepto que llamó muchísimo la atención (y que recomiendo leer los artículos que hablan sobre ello) fue el del aguante. Aguantar, resistir, persistir. En primera instancia, aguantar todo el partido gritando, cantando, aplaudiendo, desde antes del inicio, hasta el segundo final, y más allá. El que aguanta es el líder, es el mejor, el más poderoso.
Pero éste aguantar también incluye agredir. Se enfatiza la euforia, la intensidad, la pasión, la irracionalidad. Basta una chispa para provocar un incendio. Se tiene que aguantar la trifulca, el conflicto, las peleas, las defensas del honor del equipo. Aguantar hasta el final, hasta las últimas consecuencias.
• La ambigüedad en las leyes
No soy experto en el tema, y únicamente me baso en uno de los artículos, pero entiendo que se ha querido regular la presencia de las barras bravas en nuestro país, pero ninguna ley ha sido suficiente. No son claras, son ambiguas; han sido insuficientes, y, perdón, pero spoiler alert, no funcionan. Basta mirar todas las leyes en diversos países de Latinoamérica que no han logrado contener la presencia de violencia.
¿Eso significa que es demasiado tarde? No, esperemos que no. Pero las leyes no bastan; basta una sociedad que se comprometa a erradicar la violencia de raíz; a unas políticas públicas que generen mejores espacios para que las personas logren una identidad laboral, familiar, social, más sana; basta una educación que deje de enfatizar la competencia y no hacer nada – o muy poco – frente al bullying; bastan directivos que dejen de apoyar la existencia de estas barras; basta que desarrollemos masculinidades no violentas; bastan tantas cosas, que lo que ahora se haga, seguro, será insuficiente.
• No hubo «estadio seguro»
Tampoco soy experto en el tema, pero entiendo que existen lineamientos y protocolos muy bien establecidos para favorecer un estadio seguro en un evento deportivo. Y, todo pareciera indicar que en el Estadio de la Corregidora de Querétaro no lo hubo… Es evidente, ¿no?
Si las personas que, en teoría, deben velar por la seguridad, no lo hacen, ¿qué más podemos esperar? ¿Corrupción? No lo sé. ¿Falta de recursos post-covid? No lo sé. ¿Perreza? No lo sé. Lo que sí sé es que hoy lamentamos lo que debió haber sido y no fue.
Si has llegado hasta aquí, te agradezco por el tiempo invertido en leer cada uno de los puntos. Especialmente te agradezco, porque, quizás sin darte cuenta, valoraste el tiempo que yo invertí para investigar, leer, sacar puntos claves, analizar, sintetizar, escribir, compartir.
Lo he hecho, como un ejercicio de reflexión, de análisis, de comprensión, de resolver algunas dudas. Estudiar el fenómeno suicida me ha ayudado a comprender que todo fenómeno humano es complejo y reducirlo a una sola variable es inadecuado, injusto, y tiene a generar visiones sesgadas, dualista, que generan más odio y más violencia.
En lo general, yo creo que, una mirada amplia, compleja, reflexiva, crítica, suele evitarlas, porque comprender que no hay un solo culpable o una sola culpable, sino que entenderlo es tan amplio, como amplia es la realidad humana.
Sírvase esto, no como justificación, sino para la reflexión de cómo cada una de nosotros o nosotras, también contribuimos a esos entornos sociales que generan violencia. Al final, todos sembramos semillas, y muchas veces, no vemos los frutos, pero si comparto violencia, ésta se reflejará, tarde o temprano, en algún punto y lugar; si por el contrario, siembro bondad, amor, compasión, comprensión, también contribuye a ello en la sociedad.
No, no son animales quienes causaron esto. Son humanos, como tú y como yo, que, inmersos e inmersas en una complejidad (pobremente descrita aquí), dio como resultado lo que hoy lamentamos.
Artículos revisados para la elaboración de esta reflexión:
Uribe Aramburo, N. (2019). Violencia, psicología de masas y barras de fútbol. Revista Criminalidad , 61 (1), 85-96. Retrieved March 05, 2022, Recuperado de https://cutt.ly/KAvtjyq
Truyenque, R. & Muñoz, F.. (2021). Pasión y actos delictivos en las barras bravas de fútbol. Ciencia y Desarrollo. Universidad Alas Peruanas, Vol. 24, Núm. 4, 7-16. Recuperado de https://cutt.ly/0Avkti6
Lozano, J. A. C. (2020). Sobre el ritual, la violencia, la identidad y el aguante entre los hinchas del fútbol: estado actual de la investigación social. Ciencia y Sociedad, 45(3), 65-83. Recuperado de https://cutt.ly/RAvkpUx
Álvarez, J. R. N. El aguante, la motivación violenta en las barras bravas mexicanas. JÓVENES Y VIOLENCIA, 69. Recuperado de https://cutt.ly/QAvtyr9
Saint Martin Parada, A. (2020). Del estadio a las calles: la violencia de las barras bravas en el futbol mexicano. Recuperado de https://cutt.ly/JAvyKeB