LA LEYENDA “EL CHAN DEL AGUA”

Sin temor a equivocación, la leyenda más antigua de Querétaro; descontando a la leyenda fundacional de la mítica batalla del cerro del Sangremal, la que se comenzó a conocer por el padre Isidro Félix Espinoza a finales del siglo XVII y a la que durante mucho tiempo se le dio el carácter de hecho real histórico, lo que es puesto en evidencia por las mismas crónicas de la época, que no mencionan ningún hecho sobrenatural, hasta casi doscientos años después de la conquista y la ocupación de estas tierras.

Más añeja que todas las leyendas que se han perdido, o de historias conocidas, y ahora muy populares, como la de Don Bartolo, La Zacatecana La Carambada, Chucho el Roto, El Sereno sin Cabeza y todas las abordadas por los que; como Valentín Frías, Guadalupe Ramírez Álvarez, por citar a los más conocidos, que han tratado de rescatarlas para evitar su olvido. Más antigua que todas ellas, es la leyenda del “Chan del agua”, el rey del agua.

Se pierde en lo más antiguo de los orígenes del pueblo de La Cañada, el inicio del respeto, que los pobladores de este lugar de abundantes aguas, guardaban a un ser extraño, que era, además de respetado, ¡muy temido! y que les permitía hacer uso de sus dominios; las aguas y manantiales, arroyos y el río mismo, en donde él vivía y de donde emergió de diferentes formas sin previo aviso, para exigir su tributo, cobrando éste con vidas humanas, a cambio de tolerar el uso para el riego de sus sementeras.

El Chan del agua, estuvo presente, formando parte de la vida misma del pueblo de La Cañada, durante no menos de tres siglos, tiempo en que se representó como la cabeza de un gran toro con ardientes ojos de fuego; a pesar de estar formado por las mismas aguas, y que sin previo aviso, emergía para llevarse a un alma inocente, como pago por usar el agua, lo que ocurría de manera periódica y de forma regular, esto ante la resignación “del común” que conscientes de que así tenía que ser, se daban de conformidad, cuando una vez que el Chan tomaba el alma, les devolvía el cuerpo del difunto para rezarle.

En otro tiempo el Chan se presentó como una gran estrella, que en los picos tenía largos listones de colores, que se movían entre las aguas, despertando la curiosidad de los que se bañaban en el río y que al tocarlos se les enredaban, jalándose a la profundidad. También se decía, que en los manantiales que por ahí abundaban; en el fondo, por donde se movía la arena al brotar el agua, se observaban “piedras finas” de colores muy llamativos y brillantes, las que al pretender tomarlas con las manos, el Chan los jalaba a través de la arena, desapareciendo para siempre.

Para penetrar en los dominios del Chan del agua, se le tenía que distraer y mantenerlo contento; como era el caso, cuando se limpiaba el caño del acueducto construido por el Marqués (el original, ya desaparecido), labor de desazolve que se hacía una vez por año; cuando pasaba el tiempo de las lluvias, y mientras los hombres se metían a sacar el lodo, un “pifanero” tocaba su flauta y tamborcillo para tranquilizar al Chan del agua, al rey del agua y dueño de ella; para que no se enojara y se las quitara.

Durante diferentes épocas de la historia del pueblo de La Cañada, la interpretación de esta leyenda tuvo diversas manifestaciones, dándole zoomorfismo a través de testimonios

Que referían, que se trataba de “una inmensa culebra de ojos azules”; como el color del agua de los manantiales, otros decían; que se trataba “de un viejo y gran sapo” con la piel cubierta de lama, el que habitaba en la ciénaga del “pinito” en donde hoy se encuentra la Escuela Secundaria.

La Cañada; como un lugar de abundante agua, escogido por los primeros pobladores, que se mantuvieron por centurias como un grupo endogámico, sabiendo conservar durante mucho tiempo sus costumbres y tradiciones, muy propias y siempre resistiéndose a la aceptación de extraños,— “Son los indios más soberbios y ricos de la región, por la venta de sus hortalizas, las que llevan a los Reales de Minas de Zacatecas, San Luis Potosí y Guanajuato y se niegan a vender un palmo de tierra a los españoles, y no le hacen caso a su cura párroco”— escribió el corregidor Don Esteban Gómez al Virrey, y por lo mismo que eran muy cerrados, la leyenda del “Chan del agua” se conoció después de muchos años en la ciudad de Querétaro; hasta principios del Siglo pasado, cuando los visitantes a La Cañada también fueron presa del Chan, “el señor del agua” muriendo muchos ahogados.

Con mi afecto, para los habitantes de La Cañada, que saben conservar sus tradiciones.

Periódico Raíces