LA HACIENDA VEGIL Y ALGO DE SU HISTORIA

En un muy extenso territorio, que se extendía a los hoy estados de Michoacán Guanajuato y Querétaro, habitaron diferentes grupos humanos, la mayoría nómadas, cazadores recolectores, y en menor número, pobladores sedentarios que dejaron importantes vestigios arqueológicos. Teotihuacanos, tarascos y Otomíes, dejaron huella en varios sitios que se extendían desde Chupícuaro, Tula y Xilotepec, y que se encuentran dispersos en varios parajes, donde existen construcciones, cuicillos y cerámica de la etapa pre clásica.

Por la especial orografía y prevaleciendo el clima húmedo ideal para la siembra, grupos de chichimecas predominaron en un muy amplio sector que hoy comprende los municipios de Amealco, Huimilpan, Querétaro, El Marqués, Corregidora y los Apaseos, en donde los pobladores nómadas se dedicaban a la casa, pesca y recolección, y pequeños grupos sedentarios cultivaban maíz, calabaza y jitomate.  

Lugares que persisten como Huimilpan que equivale en la lengua original a “lugar de grandes milpas» Apapataro cincoque, Na- maxei, -hoy La Cañada- los que, a la llegada de los conquistadores al mando de Nicolás de San Luis Montañez, el 10 de julio de 1529, fundaron lo que hoy es el pueblo de Huimilpan. Posteriormente con Fernando de Tapia “Conni” y en encomendero de Michoacán Hernán Pérez de Bocanegra, se continúa con el establecimiento y reparto de tierras, esto primero entre indígenas y posteriormente -a mediados del siglo XVI- con los españoles, transcurriendo varias décadas para que los peninsulares tomaran posesión de amplios territorios, ya con la anuencia del rey de España. 

Muy importante fue la presencia de los frailes franciscanos, asentados en el lugar conocido como “San Francisco Galileo” -hoy el Pueblito- en Corregidora, lugar que a partir del año de 1632, iniciaría su desarrollo con el culto a la virgen esculpida por Fray Sebastián Gallegos, y que fuera depositada por el padre Nicolás Zamora, en el gran Cue, para cambiarles sus creencias a los indígenas ya bautizados. 

 Para los inicios del siglo XVII, ya serían identificadas 10 rancherías que con el tiempo se transformarían en haciendas. Los Cues, Santa Teresa, Lagunillas, Ceja de Bravo, Apapátaro, La Noria, Carranza, El Milagro, La de los indios y el lugar que después se conoció como Vegil, y que con denominaciones españolizadas predominan hasta la fecha, quedando solamente dos con sus nombres originales -Huimilpan y Apapataro Cincoque- lugares en donde se siguen conservando la lengua y las costumbres de sus antepasados Ñah-ñuh y chichimeca.  

Para los indígenas de toda esta región, la fe en la virgen del Pueblito alentada por los franciscanos, sería un motivo de unión que propiciaría el sedentarismo, al encontrar trabajo con los patrones de las haciendas, que introduciendo lo más práctico en cuanto a ganadería y cultivo de la tierra, lograban que toda esta rica región se convirtiera en gran proveedora  de la ciudad de Querétaro, principalmente en la producción de leche de cabra y de vaca, la que transportaban a lomo de burro en castañas o en botes de 25 litros -50 litros por carga- además de ser gran productor de maíz, frijol y calabaza. 

Conocidos personajes de pudientes familias, fueron propietarios de estas ricas haciendas, entre ellos -incluidos dos ex gobernadores- que supieron respetar las costumbres y tradiciones de los pobladores que ya dependían de las fincas, las que con el tiempo se habían ido transformando y tenían las características de organización de una hacienda, utilizando la misma mano de obra para la construcción de casas dignas del patrón. 

Graneros, altas bardas, bordos y presas, canales de riego, incluidos algunos subterráneos que conducían grandes volúmenes de agua y que se desazolvaban cada año, “bajando 20 hombres con cuerdas por una de las lumbreras”, construcciones que por su grandeza y buena calidad se conserva hasta la actualidad, como la resistente cortina de la presa de Vegil.  

El buen tino de los patrones, que, guiados por los principios cristianos, les impulsaban a velar por sus trabajadores, se hizo de manifiesto al procurarles la forma de cumplir con su religión, respetando sus tradiciones y costumbres, y también en proveerlos de alimento, ya que se tenía entre otras, la costumbre de repartirles la carne, cuando algún animal moría, lo que era muy frecuente por la gran cantidad de ganados que aquí se manejaban. Para ello, se tocaba la campana de la capilla de cierta forma, para avisarles que acudieran por carne, también siendo haciendas lecheras, este producto abundaba y se depositaba en una atarjea, para que los trabajadores de ahí la recolectaran y llevarla a sus familias. Esta situación resultaba más frecuente en tiempo de lluvias, cuando las condiciones impedían que los burros que la transportaban, salieran con rumbo al lugar conocido como “El Picacho”, a lado izquierdo del Cimatario, para llegar a la ciudad.  

La riqueza de leyendas de Vegil y de toda la región, es muy rica, la más conocida es la del cerro guardián de Querétaro “El Cimatario” del que se decía “que era un joven noble, que enamorado de una princesa -el Cerro de Santa Teresa- por la distancia entre ellos, no la podía alcanzar por más que se esforzara y que desesperado moría de amor. Otra de las leyendas, es la del cerro de la Culebra, en la que una gran serpiente amenazaba con bajar al pueblo y convertirlos en piedra, para lo que se le tenía que mantener tranquila y no molestarla. Esta leyenda, así como la cueva habitada por una monja, se mantienen vigentes hasta nuestros días.  

La Hacienda Vegil siempre se distinguió, ya que su producción agrícola y ganadera brindaba grandes beneficios económicos a sus propietarios, de los que, a partir de los descendientes de Nicolás de San Luis Montañez, conquistador y fundador de estos poblados y haciendas, y de cada uno de sus posteriores propietarios -incluidos algunos clérigos que en ella dejaron su huella- pasó de indígenas a españoles y criollos. Apellidos conocidos como el de Sabas Antonio Domínguez, la viuda Gelaty, la familia de Vicente Escoto, Malo Juvera, Ruiz Ocejo, Martínez Vertiz, Lamadrid, Noriega, Zamanillo, incluidos en un tiempo los sacerdotes del santuario del Pueblito. 

Si bien, es muy comprensible que, en 500 años transcurridos desde su fundación, los propietarios de esta gran hacienda, con muy basta cantidad de tierras, que se extendía para colindar con la de Lodecasas -antes lo de casas-, Huimilpan y Apapátaro, propietarios que en 5 siglos no rebasaron una docena. También es muy significativo su nombre, ya que, durante años, pocos se han cuestionado el origen del mismo, al igual que el de su vecina que se conoció originalmente como “lo de casas” El Vegil no encuentra definición dentro de la lengua castellana de manera clara, y se puede suponer, que era únicamente “Vegil” siendo lo más probable, que este fuese el apellido de uno de sus primeros propietarios españoles de origen vasco. 

La hacienda conocida como Vegil, a mediados del siglo XIX -según los datos existentes- contaba ya con una gran producción, dentro de sus dos aspectos principales de su vocación agrícola y ganadera, cuyas ganancias se verían reflejadas en su amplia y sólida construcción. Una cómoda “casa de los patrones”, su amplia capilla, sus recios muros rematados en sus dos extremos del frente principal, por lo que serían sus característicos torreones de vigilancia y defensa, uno, -el de la capilla-, con su bella escalera de caracol, fabricada en cantera, y el otro torreón, con el misterio de un posible acceso similar al de la capilla, que se mantiene oculto en su interior.  

Amplias habitaciones y un gran patio central, que, como complemento de la disposición clásica de la morada del patrón, le brindaba seguridad cual pequeña fortaleza. Trojes y graneros de gran capacidad para dar cabida a la rica producción agrícola. Corrales y potreros, que, por su disposición del terreno, además de brindar un bello paisaje, permitían ver a lo lejos todo lo que ahí ocurría. 

La cortina de la presa, la que sirvió para el riego de sus fértiles campos, complementa la vista en un acogedor paraje muy accesible y cercano. Interesantes veredas de muy antiguo trazo, recorridas desde tiempos inmemorables por los primeros pobladores y que ahora nos conducen al encuentro con el rico pasado histórico de este lugar, en donde aún existe de manera muy ostensible, de por qué era la fama de esta hacienda, que en remotos tiempos, proporciono alimento en abundancia a los antiguos chichimecos cazadores y recolectores con sus abundantes recursos naturales. 

Acumulando historias, leyendas, y una muy rica arquitectura, Vegil está en la actualidad en su mejor momento, al ser rescatada del desgaste natural por el correr del tiempo, y se puede afirmar, que ha sido mejorada con gran dedicación y profesionalismo. Se han cuidado todos los detalles para lograr reutilizar sus amplias y cómodas instalaciones, agregando a sus atractivos una gran alberca. Sus trojes y bodegas, sus techumbres y pasillos, sus jardines que invitan por su tranquilidad a la meditación. Sus amplios salones adaptados para convivir en reuniones sociales con comodidad, todo pensando en una estancia cómoda para los visitantes para que ellos tengan una muy grata experiencia que sólo viviéndola se puede valorar en este lugar en que se goza de sano paisaje campirano.  

Se tiene que resaltar, el esfuerzo realizado en retomar una de las vocaciones originales de esta hacienda -la vinicultura- la producción vinícola, que durante varios siglos se dio en abundancia en Querétaro. Con la introducción la vid en la Nueva España, el Vegil producía para sus diferentes propietarios uva y vinos de muy buena calidad, para obtener aquellos caldos y mostos generosos, que no le pedían nada a los provenientes de la madre patria.  

Los viñedos del Vegil, son únicos en la región, no tan solo por su gran extensión y calidad del producto, que se maneja con profesionalismo, conocimiento y dedicación, para elaborar vinos de calidad ya muy conocidos. Estos viñedos significan un tributo, a todos los que desde sus inicios dedicaron su trabajo para consolidar lo que fue, y lo que ahora es la gran Hacienda El Vegil, en el Municipio de Huimilpan Querétaro. 

Periódico Raíces