El Salario Mínimo es un Derecho Humano.
Lo que a algunos nos agobia es definir y precisar el monto de dicho salario, así como su alcance y manera de financiarlo.
Por Carlos Ricalde; Querétaro Qro. 21 de Diciembre de 2020
El título de este escrito, estimado Lector, no corresponde a una especie de duda, titubeo o pregunta, sino a una afirmación y, espero de su parte, a una convicción fuera de todo cuestionamiento. Lo que a algunos nos agobia es definir y precisar el monto de dicho salario, así como su alcance y manera de financiarlo. Ahora, si se le añade el necesario ingrediente de garantizar que ese ingreso mínimo lo reciba todo ciudadano en edad de trabajar, aun sin tener empleo, parece que se entra a un túnel sin salida. ¿Sueño guajiro?
Grandes esfuerzos se han hecho para mejorar el nivel de vida de los trabajadores. El concepto de salario o ingreso mínimo para ellos tiene sus orígenes en 1890, en Nueva Zelanda y Australia. La preocupación por la suficiencia del salario no ha sido ajena a nuestro contexto nacional. Tal propósito fue incorporado al artículo 123 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, hasta el 27 de diciembre de 1961 por el entonces Presidente Adolfo López Mateos. Desde entonces y hasta ahora, el texto del citado artículo, en su apartado A, fracción VI, establece que los salarios mínimos generales deben ser “suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos”. El debate sobre los sueldos cuelga de un hilo muy delgado, ya que económicamente no se puede, hasta ahora, transferir en exceso recursos de las utilidades a los salarios, sin desalentar al sector empresarial cuyo motor es la búsqueda de una ganancia. Sin este sector, cualquier país se va a pique, pues el Estado no puede realizar la tarea del empresario ni crear todos los empleos que una sociedad requiere. Al Cesar lo que es del Cesar …
La ONU, por supuesto, es punta de lanza y promotora de una vida digna y una convivencia sana para toda la humanidad. Al respecto de los salarios citaré solamente el Artículo 22: «Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad». En el Artículo 23 ya se menciona el derecho al trabajo y a un salario equitativo, pero en ninguno de los 30 artículos de la Declaración de los Derechos Humanos, (París, diciembre de 1948), se establece algún parámetro de cómo medir «su dignidad» ni que hacer con los desempleados ni con tantos millones en todo el mundo que viven principalmente de milagro. Si es que el abandono se puede llamar milagro.
La creciente concentración del ingreso, sobre todo la impulsada por el capital financiero, pone en riesgo la estabilidad mundial y, concretamente, a unos países más que a otros. Cada vez son más las personas que ya no tienen que perder o están a punto de perder casi todo, y en ese trance están miles de empresarios y con ellos todos sus trabajadores. Enormes sumas de capital se concentran en las bolsas de valores de Nueva York y Londres y no puede explicarse cómo es que sube el precio de las acciones de empresas que están quebradas y de otras que sin estarlo no pagan dividendos, y de unas más que, si pagan dividendos, lo hacen con acciones. ¿Cómo puede un arriesgado empresario estadounidense estimar una tasa de retorno a su inversión con tasas de interés negativas? Chéquelo, la inflación en USA es mayor que la tasa de interés. La concentración del capital financiero es improductiva, equivale a la concentración igualmente improductiva de la tierra en siglos recientes. La culpa no es de los gobiernos, sino de un sistema que no tiene límites en el proceso de acumular ganancias y con ello concentrar el capital en pocas manos, hasta que reviente y, como una presa que se desborda en Tabasco, arrase con todos, ricos y pobres. Agua mala, mata.
Así las cosas, el futuro del análisis y el debate asociado, deberá avocarse sobre el monto mínimo que asegure un nivel de vida digno para el trabajador y su familia, así como la viabilidad y la fuente de financiamiento de una cantidad equivalente, que garantice la estabilidad económica para los ciudadanos en edad de trabajar que se queden sin empleo. Para lo primero bastará con encontrar un punto de equilibrio entre la ganancia, la recaudación fiscal y el trabajo. Se puede, ya que, a través de muchos años, la sociedad se ha ido acercando a dicho punto. En cuanto a lo segundo, hay que explorar fuentes de recursos fiscales que no han sido debidamente estudiadas, como pueden ser las herencias, el patrimonio improductivo y, sobre todo, las ganancias especulativas. Más nos vale.
Rendijas
La Guadalupana nos mira de lejos, pero nos cuida de cerquita, ¡a cada uno le lleva su cuenta!
El Covid19 es al revés, parece que no nos mira, pero lo tenemos pegado a la nuca, ¡Quédate en casa!