UN GOBERNADOR DE QUERÉTARO MUY DADIVOSO.
Don Cayetano Rubio y Álvarez de Condarco, era un distinguido español, que en su juventud pretendió a una de las hijas del rey y decidiendo venir a México, muy por el contrario de la gran mayoría que así lo hacía, él llegaba acompañado de un gran capital, el que por su buena visión en los negocios, lo multiplicó en forma considerable en diferentes empresas, tanto de transporte naval como terrestre, siendo la más exitosa la del ramo textil, así como también las importaciones de diferentes artículos europeos y movimientos financieros y bancarios, que le dieron un incalculable poder económico, que el propio Presidente Antonio López de Santa Anna tenía que recurrir a él para financiar sus expediciones a Tejas(con j) para apaciguar a los levantados.
La familia Rubio, siguiendo el ejemplo del patriarca don Cayetano, el que se convirtió en mecenas del Museo del Prado de Madrid, al que aportó su apoyo económico, así como la donación de importantes obras de arte de incalculable valor, y a Querétaro le regaló entre otras cosas, la estatua de cobre del Marqués, la que fue derribada de un cañonazo durante el Sitio en 1867 y que sus restos fueron fundidos para hacer balas. Su fábrica de Hércules, fue la primera que contó con Seguridad Social para sus trabajadores, al darles casa y atención médica por primera vez en Latinoamérica, y se dice, que incluso en el mundo; aunque se continuaba con la acostumbrada práctica de las tiendas de raya, que especulan con los productos al tener a los obreros cautivos a través del pago con vales, los que solamente podían canjearlos en ellas.
Iniciando con la estatua del Marqués como el primer donativo de don Cayetano a Querétaro; el que fue motivado por el descontento social al serle vendida la hacienda de la Esperanza, legada al pueblo de Querétaro por doña Josefa Vergara, operación forzada por el Presidente Antonio López de Santa Anna. Después Don Cayetano le obsequia a la ciudad un kiosco, para el jardín Zenea, el que después fue trasladado a la Alameda Hidalgo, además de dos fuentes fundidas en su fábrica de Hércules de las cuales se conserva la de la diosa Hebe en el Jardín Zenea, jardín que se había convertido ya en el punto de reunión de la población y en el centro de muchos acontecimientos que no escapaban a nadie. Y si algo acontecía en ese lugar, o si algo se le agregaba, se tenía la seguridad de que “todo el mundo” se enteraría de lo sucedido, y si de alguna donación se trataba, se sabría de inmediato quien lo había donado.
La familia Rubio, desde su arribo a estas tierras, participó muy notoriamente en los acontecimientos que rompieron la acostumbrada paz de la ciudad: como en el Sitio de 72 días que se impuso a Querétaro, en que el gran capital que la familia poseía, sirvió para préstamos al Emperador Maximiliano, además de las dos libranzas de cien mil pesos cada una, para sobornar a los coroneles Villanueva y Palacios, cuando Maximiliano ya estaba preso en Capuchinas. Y, el vehículo de la familia Rubio; un elegante coche tirado por magníficos caballos, se convirtió en el transporte del Emperador y posteriormente de gente muy cercana a él, y llegó a ser el instrumento principal para el plan de fuga, ideado por la princesa de Salm Salm, plan que el señor Carlos María Rubio delató ante los republicanos para no verse comprometido, aunque después fue el que facilitó el traje negro para vestir el cadáver del Emperador — “Me debía mucho dinero y ahora tengo que prestarle uno de mis mejores trajes” — se afirma que dijo don Carlos María Rubio ante quienes le solicitaban la prenda.
La familia Rubio continuó después de muerto don Cayetano y a través de su hijo Carlos María, dando de sus recursos o aportando lo que se requería, según las circunstancias que se vivían; como lo fue durante la persecución religiosa en el Siglo pasado, en que la sede de la Catedral de Querétaro fue la hacienda de Castillo, en los limites con Guanajuato, en la que se abrieron troneras para defenderla, y la que era de su propiedad. Uno de los últimos donativos materiales que aportaron los de la familia Rubio, consistió en “seis macetones” finamente trabajados, que se decía eran de mármol de Carrara, y otros afirmaban que eran de metal, macetones que don Carlos importó para después construirles unas bases finamente trabajadas en piedra, colocadas en las cuatro esquinas y en la parte media de lo largo del Jardín Zenea y de esos macetones actualmente quedan solamente “dos”.
¿Pero, qué pasó con los otros cuatro costosos macetones? Al terminar la construcción del monumento conocido como “Hemiciclo a Juárez” en la Alameda Central de la Ciudad de México “el dadivoso Gobernador de Querétaro don Francisco González de Cosío “los donó” para quedar bien con el Presidente Porfirio Díaz, al que trató de agradar siempre y lo logró, al acumular 25 años en sus dos períodos como Gobernador del Estado. Y desde entonces, los bellos maceteros queretanos; los cuatro faltantes, se encuentran muy cercanos al monumento al Benemérito Don Benito Juárez; dos; y los otros dos; sobre la Avenida Hidalgo del mismo lugar. ¿Rescatarlos?- ¡Imposible!- Tienen ya más de cien años en la capital del País, pero que se conozca este hecho no sale sobrando para nuestra historia” porque muchas cosas de la infraestructura urbana de Querétaro desaparecieron “misteriosamente” y no sabemos donde están; aunque lo sospechamos.
Dedicado para la familia de don Manuel Septién y Septién que también sufrió la pérdida de unos macetones con su escudo heráldico, trabajados por don Domingo de Santa Rosa Jáuregui “cambiados” de lugar por un muy conocido personaje, que no se dio cuenta que lo estaban viendo.