El sexenio acabó.
que asuma sus responsabilidades en búsqueda del bienestar de la sociedad, con cualidades nobles que generen unidad y se aleje de una concepción simplista de la función de gobernar…
Por: Ulises Gómez
Un hombre de estado se distingue como alguien que sobresale a todos los políticos del país, con reputación y capacidad suficiente para encarar los retos que nos arroja las circunstancias más complejas que como nación estamos viviendo, que no invite al divisionismo y a la sectorización sino que asuma sus responsabilidades en búsqueda del bienestar de la sociedad, con cualidades nobles que generen unidad y se aleje de una concepción simplista de la función de gobernar.
Platón y Sócrates fueron muy críticos de los hombres de Estado, decían que esos hombres tan gallitos y orgullosos han sido incapaces de enseñar los propios valores políticos de las funciones que cumplen; y Aristóteles remataba “no es suficiente con imaginar un gobierno perfecto e ideal, pues lo que se necesita sobre todo es un gobierno practicable, que impulse medidas de sencilla y segura implementación”
30 millones lo eligieron hace dos años, hoy más de la mitad de esos piensan diferente, hay mucho que reflexionar, sin duda hay cosas buenas pero son más las que merecen una crítica objetiva, de una renovación moral que nunca llegó, ubicando a un mandatario muy lejos de las virtudes magnánimas que deben caracterizar a un estadista, como son la honradez, la veracidad y los escrúpulos.
El tiempo se le va en hablar del pasado, de los conservadores, del modelo neoliberal, de la mala fe de los medios, sin percibir que la gobernabilidad se le escurre por las manos; aún y cuando su aprobación ronda sobre los 50% esto no quiere decir que se vaya a trasladar a la elección del 21 como intensión del voto para su partido Morena.
Prometió un México diferente sin embargo, la violencia no solo no cesa sino que aumenta; la fábrica de pobres sigue en su apogeo con programas sociales que solo buscan votos; una crisis económica y laboral sin precedentes que evade con discursos llenos de mentiras perversas; una pandemia tratada con irresponsabilidad que se junta con un sistema de salud ineficiente y sin medicamentos; un feminismo y una cultura de género desdeñada y una corrupción que empieza a conocerse de sus más cercanos colaboradores.
Ortega y Gasset afirmaba que lo que distingue al político del simple gobernante es su intuición, la habilidad de unir intereses contrarios y una perspectiva de una política central para hacer del Estado un instrumento al servicio de la Nación. Lo que vemos no nos gusta a nadie, no hay claridad en el gobierno, los errores nunca son admitidos y no se gobierna para todos; que paradójico, al igual que Fox este sexenio terminó muy pronto, nunca pasará orgullosamente a las páginas de la historia sino que será recordado como un Presidente más del montón.